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El celular se mete en la lactancia y advierten por los efectos en el vínculo con los bebés

  En una mano su hijo, en la otra, el smartphone. Así se ven a las madres hoy, caminando por las playas, las plazas, las veredas, en el ascensor. Ellas son las mamás del nuevo milenio. Con la misma habilidad con la que con una mano y un brazo cargan a su hijo de pocos […]

 

En una mano su hijo, en la otra, el smartphone. Así se ven a las madres hoy, caminando por las playas, las plazas, las veredas, en el ascensor. Ellas son las mamás del nuevo milenio. Con la misma habilidad con la que con una mano y un brazo cargan a su hijo de pocos meses, con la otra tipean a toda velocidad en su celular. Los temas a atender son de lo más diversos, urgentes, sí, y no tanto. Pero igual hay que responder: con carita, con tipeo, con audio, con foto, con corazones, como sea.

 

El estudio alemán “BLIKK-Medien”, publicado el año pasado, relevó a 5.573 padres y a sus hijos en el manejo de medios digitales y documentó la constitución física, neurológica y psicosocial del desarrollo de esos niños. Allí se advierten los riesgos por el uso excesivo de celulares, por parte de las madres durante el momento de lactancia. Es decir, los primeros dos años de vida de un niño. “Las madres que durante el amamantamiento usan en forma irrestricta el celular, pueden perjudicar el sueño y la alimentación de sus hijos, además de empeorar la calidad del vínculo del momento de amamantamiento”, señala el estudio.

 

 

El “BLIKK-Medien” secuenció las distintas etapas de la digitalización temprana: desde los bebés recién nacidos en edad de lactancia, a la primera infancia y adolescencia, cuyos hábitos digitales lógicamente se imprimen desde temprano y junto a sus padres.

 

Muchas madres nacidas en plena revolución digital dependen en su vida cotidiana tanto de un celular como de un alimento. Contar con tecnología en la palma de mano y brindar respuestas inmediatas es indiscutiblemente útil; pero a su vez, es la tecnología la que invade nuestro tiempo cada vez más escaso y fraccionado en atención.

 

Flavia Neira (32) es productora periodística y mamá primeriza de Francisco, de 14 meses. Panchito empezó tomando la teta cada tres horas (de 8 a 10 veces por día) por un lapso de unos 30 minutos. Lo que le insumía a Flavia alrededor de cinco horas diarias solo para amamantar. “Muchas noches, en esos largos 30 minutos de paz y quietud aproveché para ver series de Netflix con mi marido mientras Panchi tomaba la teta. Fueron momentos donde los tres disfrutamos del bienestar de nuestra incipiente familia”, cuenta Flavia.

 

“Para mí la relación madre-hijo se da las 24 horas, entonces, el momento de la teta lo tomo como el espacio de relajación de los dos. Es un momento glorioso donde la conexión de paz y tranquilidad es superior. Pero luego de un rato agarro el celular y hago mis cosas. Creo que es también un tiempo para que nos relajemos los dos. Es imposible dejar el celular”, argumenta Flavia.

 

Explica que si bien el celular interrumpe el ‘momento sagrado’, quizás sirva para que la madre también tenga su espacio de bienestar. “No es que me voy a perder de ver cómo crecen las manitos de mi hijo, que es lo más increíble que hay, por usar el celular mientras le doy la teta”, concluye Flavia.

 

Por otra parte, muchas madres que se autodenominan “puristas del no uso del celular” no lo cumplen. El bip de un Whatsapp irrumpe en cualquier momento: “puede ser el médico, la chica que limpia, dudas sobre el Power Point que nos hace el jefe”. Hay que atender.

 

Paula Tripicchio es psicóloga del departamento Infanto-juvenil de INECO y especialista en psicoterapia y neuropsicología. También, madre primeriza de una beba de seis meses. “Sí, es cierto que el celular es totalmente atractivo -asegura-. De hecho, a mí me pasa. A veces me desvelo por las noches al dar la teta y, obviamente, mientras amanto uno tiende a buscar algo para hacer. Es muy tentador revisar el celular a cada rato, nos pasa a todos”.

 

Pero explica que las madres no deben descuidar “si el bebé nos está mirando a los ojos, si el bebé nos está acariciando, si el bebé ya no quiere tomar más teta”. Es decir, perderse cualquier actividad que esté haciendo su hijo por tener la atención puesta en otra cosa.

 

“Los chicos deben alimentarse de ambos pechos e ir buscando la posición para que la descarga de leche de la teta sea la más adecuada”, advierte Tripicchio. “En el momento del amamantamiento se activan muchas áreas a nivel neuronal, que ayudan a la conexión entre madre e hijo y que favorecen la comunicación no verbal”, señala la psicóloga.

 

La idea es que mientras la madre esté amantando, priorice la presencia del niño, su mirada, su caricia y chequee si el bebé se está alimentando bien, si está saciando su hambre, si se quedó dormido prendido a la teta, si está solo succionando como acto reflejo: atender primero a las necesidades del niño antes que cualquier otra cosa.

 

“Uno pasa diez horas por día amantando y es una utopía que una mamá esté las diez horas plenamente conectada con su hijo. Creo que en esto uno tiene que ser equitativo para con la madre también. Lo prioritario es cuidar siempre que el vínculo con nuestros hijos sea de calidad y basado en la conexión”, subraya.

 

“A veces es mejor que si una madre tiene que hacer otra cosa, lo deje al cuidado de otra persona y que en el momento en que la madre este con su hijo esté con él”, advierte.

 

Para Tripicchio, si bien este es un estudio importante, habría que tomarlo con una mirada amplia. Dice que hay que darle importancia a todos los momentos de conexión con nuestros hijos; todos los momentos donde podamos intercambiar e interconectar: juego, baño, el momento de cambiado de pañales. “Hay muchísimos momentos para entrenar la mirada conjunta, el contacto, las caricias, una canción, una palabrita, una mirada”, dice. “Si uno presta atención y da atención, podemos aprovechar todos esos momentos para estimular esa conexión tan increíble que hay entre madre e hijo, más allá del uso de teléfonos”, concluye.

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